Fases del duelo y las pérdidas

Lunes, 5. Agosto 2013

EL DUELO

(Resumen sintético elaborado por Luis Camino, a partir de los autores: Bowly, E. Kübler-Ross y Worden)

 

El DUELO ES NECESARIO PARA PODER ELABORAR Y SUPERAR LOS

SENTIMIENTOS QUE PRODUCEN LA PÉRDIDA DE UN SER AMADO

 

     Según John Bowlby, existen diferentes fases durante la etapa de duelo:

1ª Fase) Pérdida de sensibilidad temporal. Dura de unas horas hasta una semana. La persona se siente aturdida y le cuesta aceptar la realidad de lo ocurrido, es como si no pudiera creerse que el ser querido ha muerto.

2ª Fase) Melancolía y necesidad de recuperar a la persona querida. Aparece llanto, inquietud, insomnio y cólera dirigida a quienes considera responsables de la pérdida.     

3ª Fase) Aparecen momentos de desesperanza y depresión. Pérdida de interés por el mundo externo y abandono de cualquier actividad desvinculada del ser perdido. Hay la necesidad de la persona afligida de que la escuchen y le permitan examinar el pasado y los recuerdos de la relación con la persona fallecida.

4ª Fase) Aceptación y superación de la pérdida. La persona se da cuenta de su situación (huérfano, viudo...) y aprende a vivir con su nueva situación, restablece las relaciones con los demás, recuperando sus capacidades y el interés por el mundo exterior (trabajo, amigos, actividades lúdicas, proyectos, etc.).

      La persona que ha superado la pérdida del ser querido, después de la etapa dolorosa del duelo, tiene un sentimiento de gratitud despertado por la relación que tuvo con el difunto y siente la necesidad de transmitir a otros el amor recibido en el pasado. En este sentido, el amor y los cuidados que se tuvieron con la persona desaparecida no se han malogrado, sino que continúan vivos en nuestro interior y beneficia a otros.

       "La única forma de vencer la muerte se da a través del duelo y en ese penoso proceso de preocupación por la persona que ha fallecido. Ese duro trabajo de aflicción, esa tarea de mantener la imagen del que se ha ido, de recordar su vida y la propia relación con él, éste es el único medio para poder superar la experiencia de la pérdida."

                                                                                                                       Cadder

       "Así, pues, el fin del proceso del duelo implica este consuelo: mi persona amada no se ha ido, pues ahora la llevo dentro de mí y nunca podré perderla”.                                                                                                Karl Abraham

 

Teoría de E. Kübler-Ross sobre las fases del proceso de duelo.

 

La teoría más conocida sobre el duelo es de E. Kübler-Ross, que en el año 1969 escribió su libro “Sobre la muerte y los moribundos”. Este es un “mapa” sobre las reacciones frente a las pérdidas, que se describen como cinco fases del dolor (negación, ira, negociación, depresión y aceptación). Este “mapa” no debe confundirse con la realidad, pero ayuda a comprender lo que la persona en esta situación esta viviendo, aunque hay que aclarar que cada persona siente y expresa de manera personal la experiencia del duelo.

 

En su último libro, “Sobre el duelo y el dolor” editado por Sagarmata en el 2006, E. Kübler-Ross y su co-autor D. Kessler dicen: “la gente a menudo cree que las etapas del duelo duran semanas o meses. Olvida que son reacciones a sentimientos que pueden durar minutos u horas mientras fluctuamos de uno a otro. No entramos ni salimos de cada etapa concreta de una forma lineal. Podemos atravesar una, luego otras y retornar luego a la primera.”

 

Las etapas descritas por E. Kübler-Ross son mecanismos de defensa psicológicas que ayudan a sobrellevar el dolor emocional ante una enfermedad mortal o ante el proceso de duelo de una persona que llora la muerte de un ser querido; pero también se podría hablar de cualquier pérdida como un divorcio, la pérdida del trabajo, la jubilación, etc.

Las cinco fases del dolor, según E. Kübler-Ross:

 

1) La negación es una reacción donde la persona se siente paralizada, se refugia de esta manera en la insensibilidad emocional. No significa que la persona crea que el ser querido no ha muerto, sino que no puede comprender esta realidad. En el caso del moribundo, la negación es más parecida a un estado de incredulidad, tu mente lo escucha, pero no acaba de creérselo, es una realidad excesiva para la psique. Lo sabes, pero no puedes elaborar los sentimientos asociados ante una experiencia tan difícil. Una ruptura de pareja, en especial, en el caso en que el cónyuge es quien toma la decisión de separarse, la persona no quiere aceptar esta separación y piensa que en cualquier momento el cónyuge volverá a comprometerse y a reanudar la relación. Lo mismo puede ocurrir ante la pérdida de un trabajo de manera inesperada.

 

En el libro “La muerte y los moribundos”, explica cómo en un estudio de 200 pacientes entrevistados que se les había diagnosticado una enfermedad mortal, reaccionaron diciendo: “no, yo no, no puede ser verdad”. Generalmente la negación es una defensa provisional y pronto será sustituida por una aceptación parcial. E. Kübbler-Ross decía que la necesidad de negación va y viene y hay que estar sensible a cada momento para apoyar sin juzgar lo que necesita el enfermo; cuando el paciente usa el aislamiento más que la negación, entonces puede hablar de su salud y su enfermedad, su mortalidad y su inmortalidad como si fueran hermanas gemelas que pudieran existir una al lado de la otra, con lo que afronta la muerte pero todavía conserva la esperanza. 

 

Como dicen E. Kübler-Ross y D. Kessler: “esta primera etapa del duelo nos ayuda a sobrevivir a la pérdida. En ella, el mundo se torna absurdo y opresivo. La vida no tiene sentido. Estamos conmocionados y negamos los hechos. Nos volvemos insensibles. Nos preguntamos cómo podemos seguir adelante. Intentamos hallar una forma de ir pasando los días sin más. La negación y la conmoción nos ayudan a afrontar la situación y a sobrevivir. La negación nos ayuda a dosificar el dolor de la pérdida. Hay alivio en ella. Es la forma que tiene la naturaleza de dejar entrar únicamente lo que somos capaces de soportar.”

 

2) La fase de la ira no siempre aparece. Pero cuando lo hace suele ser después de la negación, porque surge la pregunta lógica de “¿por qué yo?”. Entonces el enfermo se enfada con el personal sanitario, se queja continuamente y la familia que les visita es recibida con poco entusiasmo, con lo que el encuentro se convierte en algo violento. Luego responden con dolor, culpabilidad o vergüenza o eluden las visitas, lo cual sólo sirve para aumentar la incomodidad y disgusto del paciente. Lo importante es no considerar el enojo del enfermo como algo personal, porque el origen del enfado tiene poco que ver con las personas que se convierten en blanco de sus iras (familia y personal sanitario).

 

Del libro “El dolor y el duelo” de E. Kübler-Ross:

 

Ante la muerte de un ser querido, la persona en esta fase se manifiesta de muchas formas: ”ira contra el ser querido por no haberse cuidado mejor o ira contra nosotros por no haber cuidado mejor a él. La ira no tiene por qué ser lógica ni válida. Podemos estar enfadados por no haber visto que esto iba a pasar y, cuando lo vemos, porque no se puede hacer nada para evitarlo.”

…debajo de la ira anida el dolor, tu dolor. Es natural sentirse desamparado y abandonado, pero vivimos en una sociedad que teme la ira. La gente a menudo nos dice que nuestra ira es desproporcionada, inapropiada o inoportuna…

Pero, por ahora, tu cometido es respetar tu ira permitiéndote estar enfadado. Grita si necesitas hacerlo. Busca un lugar apartado y desfógate.”

 

La ira, dice E. Kübler-Ross, es resistencia, como un ancla, que hace estructura temporal al vacío que le sigue la pérdida. La ira es algo a lo que te aferras y te conecta con los demás. La ira no hay que juzgarla ni darle un significado especial, la ira es una reacción natural contra la injusticia de una pérdida.

 

4) La tercera fase es la negociación o pacto, donde el enfermo después del enfado empieza  aceptar la realidad que no puede cambiar y pacta poder controlar una parte de la situación, por ejemplo, suele desear la prolongación máxima de la vida o pasar sin dolor o molestias físicas. La mayoría de pactos, dice E. Kübler-Ross, se hacen con Dios o con el destino y se guardan en secreto. Por ejemplo: “acepto morirme, pero quiero aguantar hasta que mi hija se case”.

 

Del libro “El duelo y el dolor”, ante la muerte de un ser querido: “la negociación a menudo va acompañada de la culpa. Los «ojalá» nos inducen a criticarnos y a cuestionar lo que creemos que podríamos haber hecho de otra forma. Es posible que incluso pactemos con el dolor. Haremos cualquier cosa por no sentir el dolor de ésta pérdida. Nos quedamos anclados en el pasado, intentando pactar la forma de librarnos del dolor.”

La negociación puede aliviar temporalmente el dolor que conlleva el duelo… En otros casos, la negociación puede permitir a la mente pasar de un estado de pérdida a otro. Puede ser una estación intermedia que procura a nuestra psique el tiempo que necesita para adaptarse.”

 

Algunos ejemplos ante la muerte de un ser querido son: “si la dejas vivir, Dios, nunca mas me enfadaré con ella”, “¿qué pasaría si el resto de mi vida me dedicase a ayudar a los demás?”, “¿me despertaré pensando que todo esto es un mal sueño?”, “¿que habría pasado si…?” “si mi esposa no hubiera muerto, ¿habríamos realizado aquel viaje pendiente?”. Las fantasías sobre si la persona no hubiera fallecido sirven de consuelo y de respiro en medio del dolor.

 

4) Fase de la depresión. La persona enferma se tiene que enfrentar a múltiples pérdidas: su salud, incapacidad para trabajar y la familia, la vida. E. Kübler-Ross, habla de dos tipos de depresión, la reactiva que tiene que ver con situaciones específicas del enfermo, donde hay que tratar la causa, que puede tener que ver con la familia, amigos o sentimientos personales (no poder cuidar a los hijos, no sentirse suficientemente competente, etc.) y el otro tipo es la depresión preparatoria que es un instrumento para prepararse ante la pérdida inminente de todo su mundo, la vida, los seres queridos, sus proyectos. Ante la depresión reactiva se puede aliviar hablando y buscando soluciones, para que la persona alivie sus sentimientos de inadecuación, de culpa o vergüenza y en la depresión preparatoria es importante no intentar animar al enfermo, sino permitirle expresar su tristeza, sin juzgarla.

 

En cuanto a los sentimientos en esta fase ante la muerte de un ser querido, el libro “El duelo y el dolor” dice: “tras la negociación, nuestra atención se dirige al presente. Aparece la sensación de vacío, y el duelo entra en nuestra vida a un nivel más profundo, mucho más de lo que nos hubiéramos imaginado. Nos parece que esta etapa depresiva va a durar siempre. Es importante comprender que esta depresión no es un síntoma de enfermedad mental. Sino la respuesta adecuada ante una gran pérdida”.

 

Permite que la tristeza y el vacío te purifiquen y te ayuden a explorar por completo la pérdida. Cuando te permitas a ti mismo experimentar la depresión, desaparecerá en cuanto haya cumplido su propósito. A medida que vayas haciéndote más fuerte, es posible que vuelva de vez en cuando, pero así, es como funciona el duelo”.

 

Por muy difícil que sea de aceptar, la depresión posee elementos que pueden ser útiles en el duelo. Nos obliga a ir más lentos y nos permite evaluar de forma real la pérdida. Nos obliga a reconstruirnos de nuevo des de la nada. Limpia el camino para crecer. Nos lleva a un lugar en lo más hondo del alma que no exploraríamos en circunstancias normales.”

 

Esta etapa nos hace reducir la velocidad y nos permite hacer inventario de la pérdida y ayuda a reconstruirnos des de los cimientos.

 

5) La fase de la aceptación, está descrita por E. Kübler-Ross como: “si el dolor hubiera desaparecido, la lucha hubiera terminado  y llegara el momento del “descanso final antes del largo viaje”, como dijo un paciente. En estos momentos  es la familia quien necesita mas ayuda, comprensión y apoyo. Cuando el paciente moribundo ha encontrado cierto descanso, en cuanto a los sentimientos de ira, depresión, su capacidad de interés disminuye. Desea que lo dejen solo, o por lo menos que no le agiten con noticias y problemas del mundo exterior, el paciente ya no tiene ganas de hablar. Puede limitarse a cogernos la mano y pedirnos que nos estemos allí sentados en silencio. Estos momentos de silencio pueden ser las comunicaciones más llenas de sentido para las personas que no sienten incomodidad en presencia de una persona moribunda.

Hay unos  pocos pacientes que luchan hasta el final, que pugnan y conservan una esperanza que hace imposible alcanzar esta fase de aceptación. Son los que dirán un día: “no puedo seguir haciéndolo”, el día que dejen de luchar.”

 

En cuanto al dolor ante la muerte de un familiar o ser querido, en el libro “El duelo y el dolor” dice: “La aceptación suele confundirse con la noción de que nos sentimos bien o estamos de acuerdo con lo que ha pasado. No es eso la mayoría de la gente no se siente bien o de acuerdo con la pérdida de un ser querido. En esta etapa, se acepta la realidad de que nuestro ser querido se ha ido físicamente y se reconoce que dicha realidad es la realidad permanente. Nunca nos gustará esta realidad ni estaremos de acuerdo con ella, pero, al final, la aceptamos. Aprendemos a vivir con ella. Es la nueva norma con la que debemos aprender a vivir. Ahora es cuando nuestra readaptación y curación final pueden afianzarse con firmeza, a pesar de que, a menudo, vemos y sentimos la curación como algo inalcanzable.”

 

A medida que nos curamos, aprendemos quiénes somos y quién era nuestro ser querido en vida. De una extraña forma, a medida que avanzamos en el duelo, la curación nos acerca a la persona que amábamos. Comienza una nueva relación. Aprendemos a vivir con el ser querido que hemos perdido. Empezamos el proceso de reintegración, en el que intentamos recomponer las piezas que se han fragmentado”.

EL PROCESO DEL DUELO: LAS TAREAS DEL DUELO, SEGÚN WORDEN.

 

J. William Worden, en su libro “El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia” (1991), hace una aportación interesante en el proceso de duelo, dando a entender que las fases del duelo no se dan de manera pasiva por parte del que las vive, si no al contrario, la persona puede tener una actitud activa y realizar el proceso del duelo a través de tareas, de manera que puede «trabajar el duelo» y esto da a la persona cierta sensación de fuerza y esperanza de que puede hacer algo de forma activa.

A continuación describimos la propuesta conceptual de Worden, ver el proceso de duelo como cuatro tareas que pueden realizarse:

 

1)    Facilitar la aceptación de la realidad de la pérdida. La aceptación de la pérdida no debe ser sólo intelectual si no también emocional. Los rituales tradicionales como el funeral ayudan a muchas personas a encaminarse hacia la aceptación. La tarea de aceptar esta dura realidad puede realizarse hablando sobre la pérdida, dándole tiempo y espacio, para darse cuenta de la realidad.

2)    Facilitar la expresión de las emociones y el dolor por la pérdida. Bowlby explica: “antes o después, aquellos que evitan todo duelo consciente sufren un colapso, habitualmente con alguna forma de depresión”. Una vez más es necesario un espacio seguro para poder expresar y elaborar los sentimientos de tristeza, rabia, culpa, nostalgia, etc. Ayuda mucho el compartir estos sentimientos con otras personas, puede hacerse con la familia, amigos, en grupos de apoyo mutuo, con asesores del duelo o profesionales de la salud. Es necesario facilitar ese espacio seguro.

3)    Facilitar adaptarse a un medio en que el fallecido está ausente y resolver sus problemas cotidianos sin lo perdido. Hay tres tipos de adaptaciones que hay que tener en cuenta: las adaptaciones externas, cómo influye la muerte en la actuación cotidiana de la persona; las adaptaciones internas, cómo influye la muerte en la imagen que la persona tiene de sí misma; adaptaciones espirituales, cómo influye la muerte en las creencias, los valores y los supuestos sobre el mundo que abriga la persona. Dependen mucho del vínculo entre la persona fallecida y la que está viva, por ejemplo, una mujer que ha enviudado que tiene una edad avanzada, puede verse insegura porque el marido llevaba todo el tema económico y fiscal y ella deberá ponerse al día en las decisiones económicas, por otro lado, si su marido era todo su apoyo emocional necesitará readaptarse y buscar otros apoyos, así como le afectará en la búsqueda de un nuevo sentido existencial a su vida.

4)     Facilitar recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo. Como dice Worden: “se trata de encontrar un lugar para el difunto que permita a la persona superviviente estar vinculada con él. Debemos encontrar  maneras de recordar a los seres queridos que han fallecido llevándolos con nosotros, pero sin que ello nos impida seguir viviendo. Muchos niños que han perdido a un padre siguen vinculados con su progenitor fallecido hablándole, pensando en él, soñando con él o sintiéndose observados por él”.

 

 

 

 

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